La falta de un seguro de salud obliga a un taxista independiente a “hacer un lío” económico, para evitar la amputación de una pierna y sobrevivir con su familia
La semana pasada mi esposa y yo llamamos a un taxista de la Máximo Gómez, y de inmediato me percaté que apenas podía moverse. Con gran esfuerzo, y mi ayuda, pudo levantar mis maletas y colocarlas en el baúl.
Ante sus evidentes limitaciones, a pesar de ser un hombre con unos 45 años, alto y con una contextura robusta, y al notar mi edad y cansancio, con voz suave pero firme y segura me pidió disculpas.
Fue entonces cuando le pregunté qué le pasaba, sin salir de mi asombro. De inmediato, y con pausa y educación, comenzó a contarme su situación de salud, lo que llamó poderosamente mi atención, por razones humanitarias y profesionales.
“Hoy es mi primer día de trabajo, luego de casi tres meses enfrentando una enfermedad que me ha colocado en una situación económica desesperada. Tengo tres hijos en la escuela, mi mujer no trabaja, y no puedo chiripiar para mantener mi familia”.
Nos contó que tiene la pierna izquierda hinchada y supurada, que prácticamente no le permite caminar. “Por necesidad, continué trabajando, pero mi salud empeoró y tuve que solicitar servicio al hospital Arias Lora en Herrera”.
Allí no pudieron tomarle una radiografía y tuvo que pagarla en un centro privado. Cuando regresó, los médicos le dijeron que debían amputarle la pierna para evitar su avance, y que tenía que actuar con rapidez.
“Sorprendido, y no conforme, fui al hospital de la Victoria, con iguales resultados. Finalmente me dirigí al Hospital Moscoso Puello, esperando encontrar una solución alternativa, menos traumática. Pero el diagnóstico en nada varió”.
Aprovechando uno de los tantos tapones de las siete de la noche, criticó el tratamiento recibido, las largas esperas, la poca higiene, y la falta de consideración y respeto. Se volteó y me dijo, “Esas críticas de la radio, son ciertas y lamentables para la clase pobre”.
Soy un chofer independiente, y no tengo seguro médico, ni dinero
“Me recomendaron un médico de una clínica de la Rómulo Betancourt y desesperado fui a consultarlo, sin tener suficiente dinero. Me dijo que no había que amputarme, que el problema es mala circulación y que él podía curarme, internándome por 30 días”.
“Le dije que era imposible, que soy un chofer y no tengo seguro médico, ni dinero ni tiempo, y que tengo que trabajar para comer. Llegamos a un acuerdo y me internó por tres días, y tuve que hacer un lío para pagar 21,000 pesos.
Me recetó unas medias especiales para la circulación que cuestan tres mil pesos y hoy decidí tirarme a la calle, volver a trabajar para buscar el dinero y continuar el tratamiento. “Necesito mi salud, pero no quiero hacer lo mal hecho por el bien de mis hijos”.
Confieso que inicialmente dudé, pensando que se trataba de una historia más, con fines ulteriores. Me imagino que lo sospechó ya que luego de ayudarlo a sacar las maletas, me enseñó su pierna izquierda, y luego me mostró fotos de antes y después.
Fue entonces, conmovido, cuando me identifiqué y le expliqué que me dedico a defender el derecho de todos a la seguridad social. Le hablé del derecho de los taxistas a tener un seguro de salud que los proteja, como a los demás dominicanos.
Finalmente, le recomendé una mayor cuidado de su pierna y le desee mucha suerte. Y me dijo, mirándome a los ojos, “igual para usted, porque en este país pocos escuchan a los pobres, y mucho menos los defienden y les reconocen sus derechos.
ADS/195/13/07/2017