El fin de la pandemia ni siquiera está cerca, riesgo que se acentúa con la ineptitud y el desorden oficial. Sólo con un cambio de rumbo podremos superar esta situación, recuperar los empleos y restablecer la esperanza familiar y colectiva
Este martes, el doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, señaló en el Congreso que en algún momento EEUU podría superar los 100,000 contagios diarios. Desde hace semanas en decenas de Estados se registra un serio retroceso en el control de la pandemia.
La OMS informa que el fin de la pandemia “ni siquiera está cerca” porque, a pesar del control que han logrado varios países y Estados, en los demás continúa creciendo, mientras en otros se registran preocupantes rebrotes de grandes proporciones. “El virus tiene todavía mucho espacio para moverse”, afirmó Tedros Adhamon, director general de la OMS.
De acuerdo a los reportes, lejos de controlarse y reducirse, el drama humano continúa su agitado curso, acumulando en sólo cinco días, más de un millón de nuevos casos en el mundo. Ahora se agrega, el anuncio desde China de una fiebre porcina con potencial de convertirse en una nueva pandemia mundial.
El COVID19 ha profundizado, como ningún otro factor, las desigualdades sociales, sumiendo en la miseria extrema a millones de seres humanos. En América Latina se han triplicado las familias que dependen de ayuda alimentaria. Si una vacuna efectiva, una alimentación balanceada y segura constituye la mejor medicina disponible.
Este panorama, para nada alentador, ha sumido al mundo entero, y al tercer mundo, en una recesión, por la paralización del turismo y del comercio internacional, la contracción de las remesas, y la reducción de las actividades de los trabajadores por cuenta propia, quienes constituyen la mayoría de la población económicamente activa (PEA).
Son las familias más pobres y vulnerables las más castigadas por esta calamidad mundial. Primero, porque dependen de actividades informales de escaso valor agregado, con ingresos de pura sobrevivencia, y segundo, porque viven en casitas humildes, condenadas de por vida a un hacinamiento cuasi infrahumano.
Ante esta crítica situación, los Estados Unidos, bajo la égida de Donald Trump, lejos de sumarse a los esfuerzos del mundo para enfrentar esta temible pandemia, le quitó el apoyo financiero a la Organización Mundial de la Salud (OMS), reduciendo así su capacidad para auxiliar a las naciones más pobres y a los grupos sociales más vulnerables.
Siempre hemos enfrentado con éxito los grandes retos nacionales
Llama la atención la poca incidencia del COVID19 en Haití, un país con más habitantes que nosotros, que convive en un territorio más limitado, con el ingreso per cápita más bajo de Latinoamérica y con un sistema de salud con servicios muy precarios. Aun así, todavía los contagios registrados no llegan a 6,000, con sólo 104 muertos.
En cambio, en nuestro país crecen las infecciones, ahora agravadas por el proceso electoral. A la ineficiencia de las autoridades nacionales y sanitarias, se une la indisciplina y el irrespeto generalizado de las normas mínimas de convivencia, puestos de manifiesto en las caravanas que reportan los medios de comunicación y las redes sociales.
Lo más lamentable es que esas acciones son auspiciadas y promovidas, con fines politiqueros y asistencialistas. Constituyen una falta de respeto al derecho a la vida y la convivencia colectiva, de parte de quienes, se presume, debieran poner el ejemplo y hacer cumplir las normas del distanciamiento social.
Muchos médicos amigos piensan que, si antes de las elecciones resulta ostensible la ineptitud y falta de autoridad, a Dios que reparta suerte, una vez se conozcan los resultados y se confirmen los pronósticos de todas las encuestas con solvencia técnica y credibilidad. Pero le digo que nuestro país siempre ha superado todos los grandes retos a lo largo de su historia. ADS/344/01/07/2020