La mortalidad materna: una vergüenza nacional

Por más promesas que se hagan, la mortalidad materno-infantil continuará elevada, mientras no se asignen más recursos públicos a salud, se incentive la dedicación y el desempeño, y se sancionen a los responsables

Para bien, el problema de la alta mortalidad materno-infantil continúa en la palestra pública. Es un tema tan sensible, que nadie puede ignorarlo, especialmente sus principales víctimas, que son las familias más pobres y vulnerables.

No hay gobierno que no haya prometido reducirla “sustancialmente”. Hemos firmado acuerdos internacionales para reducir ese flagelo, propio del subdesarrollo, de la barbarie y de la falta de respecto al derecho a la vida. Una verdadera vergüenza nacional

Todas las autoridades le han declarado la guerra. Y el nuevo Ministro de Salud no constituye la excepción. Pero, en ninguno de los casos, se explican las causas reales del fenómeno, ni se presenta una estrategia razonable y sostenible para conjurarlo.

De hecho, ocurre igual que con la delincuencia. Todos los directores de la Policía Nacional declaran “terminantemente” que van a reducir la delincuencia y a garantizar la seguridad ciudadana. No obstante, la delincuencia continúa reinando en nuestras calles, suba el que suba y salga quien salga.

La semana pasada, el gineco-obstetra Dr. Justo José Nicasio Maldonado, señaló que “a pesar de que el Gobierno dominicano prometió que para el 2030 disminuirá la mortalidad materna a menos de 60 muertes por cada 100 mil nacimientos, en la actualidad anda por encima de las 100 muertes y las expectativas son, que aumenten, debido a los pocos esfuerzos que se hacen para disminuir la tasa”.

Agregó que esto ocurre, a pesar de que el 98% de los partos son atendidos en hospitales y clínicas habilitadas por Salud Pública. En Guatemala, por ejemplo, más del 25% de los partos son atendidos por comadronas, entrenadas por el MSP, con mejores resultados que aquí. Y eso que nosotros contamos con una amplia infraestructura hospitalaria, facilidades de acceso, y hablamos el mismo idioma.

Crecimiento con alta mortalidad materno-infantil

Recordemos que ya el país quedó muy mal, cuando el presidente Leonel Fernández, se vio obligado a reconocer, ante la comunidad internacional, que la República Dominicana no lograría disminuir la mortalidad materna e infantil, de acuerdo al compromiso asumido en los “objetivos del Milenio”.

A nivel internacional escuché serios cuestionamientos, tomando en cuenta que cada año, el país se ufana de alcanzar niveles de crecimiento económico envidiables, muy por encima del resto de América Latina, en donde la mortalidad materno-infantil es mucho menor.

La predicción del Dr. Nicasio Maldonado es cierta, porque además de las razones técnicas que enumeró como causantes de tan elevada mortalidad, existen otras subyacentes, mucho más dañinas. El sistema público gasta muy poco en la atención de la salud de las personas, y además, lo concentra en un personal con muy baja productividad.

Los incentivos al personal no contribuyen a estimular la dedicación y el desempeño. Los directores de hospitales, más que gerentes, son simples encargados, carentes de facultad y autoridad real, para administrar los recursos humanos y financieros, en función de las metas propuestas.

Y, por el lado de la práctica privada, abundan los centros de salud que no reúnen las condiciones mínimas, con el agravante de una mayor mortalidad, a causa de abortos en condiciones inseguras y riesgosas. A pesar de la mortalidad por mala práctica, todavía no se ha sancionado debidamente a ningún responsable.

Lo cierto es que, en nuestro país, el valor de la vida humana depende de la riqueza y del poder. Y las principales víctimas de este flagelo, son niñas menores de edad y mujeres de escasos recursos. Con el agravante de una inmigración desordenada y desproporcionada, a conveniencia de empresas privadas y de instituciones públicas. ADS/241/14/06/2018

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