El COVID19 evidencia la falencia de un sistema de salud curativo y costoso, contrario al mandato de la Ley de Seguridad Social que prioriza la atención primaria y ordena organizar la red de servicios por niveles de atención
Cada vez surgen más voces de alerta sobre los efectos secundarios y nocivos de la pandemia. La enfermedad mental es uno que puede trastornar la vida de una familia para siempre, o al menos, por mucho tiempo. Su riesgo es alto por tratarse de una enfermedad poco tratada, pero peligrosa.
Los psiquiatras Guerrero Heredia y Gómez Montero, señalan que las consultas se han triplicado debido a la depresión, insomnio, desesperanza, impotencia e irritabilidad y hasta ideas suicidas de la gente, con el agravante de que la salud mental no es parte del Seguro Familiar de Salud (SFS), privando a mucha gente de este servicio crítico, y elevando el gasto de bolsillo.
El distanciamiento social, necesario para reducir la propagación del COVID-19, nos aísla, aumentando el estrés y la ansiedad. Esta frustración se agudiza con los altibajos del proceso, al no visualizarse el final del túnel, a pesar de tantos esfuerzos y sacrificios. Otro trastorno son los divorcios y/o distanciamiento entre las parejas, acentuado durante la pandemia.
También se reportan desequilibrios emocionales, con frecuencia severos, por la pérdida de un ser querido y, sobre todo, por las dificultades para cubrir las necesidades básicas y pagar las deudas ante la pérdida del empleo, ya que el subsidio otorgado por el Estado no resulta suficiente para cubrir el déficit.
Además, mucha gente no estaba preparada para trabajar desde la casa, debido a la falta de información y destreza en el manejo de los programas informáticos. Tampoco para lidiar con los hijos, y mucho menos para lograr que éstos se concentren y estudien de manera virtual, en medio de las limitaciones del servicio eléctrico y del Internet.
Los casos de estrés extremos se traducen en depresión prolongada, elevando la bipolaridad y el consumo de alcohol y de mariguana. Y como si este fuese poco, las carencias extremas multiplican los actos delictivos, atracos, secuestros, e incluso la prostitución. El COVID ha cambiado al mundo y a nuestras vidas.
Improvisación e insuficiente orientación por falta de atención primaria
Para prevenir estos trastornos, los especialistas recomiendan: cuidar el cuerpo para detectar cualquier cambio, reducir la lectura y el reenvío de las noticias negativas, realizar ejercicios de relajamiento, mayor comunicación familiar y social, participación en actividades comunitarias y de fe, entre otras actividades recreativas para disipar la mente y reducir la soledad.
Resulta evidente que la irrupción del COVID 19 ha evidenciado las falencias del sistema nacional de salud y, en especial, la falta de la atención primaria y del primer nivel de atención como puerta de entrada a la red nacional de salud. Hemos tenido que improvisar lugares de vacunación, sin contar con los recursos y el contacto directo con las familias para brindarles apoyo para preservar la salud mental y manejar el estrés y la depresión.
El Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud ha realizado alguna orientación general, pero la misma ha sido insuficiente y no llegado a las familias que realmente lo necesitan. Al demandar la inclusión del cuidado de la salud mental en el Seguro Familiar de Salud, reiteramos la necesidad de priorizar la atención primaria y organizar la red de servicios por niveles de atención. ADS/379/25/03/2021