El presidente Abinader cumple con su promesa de aumentar el gasto público en salud, pero, además, necesita lograr cambios estructurales en el sistema público de salud para asegurar la promesa de reducir el gasto de bolsillo de la familia dominicana
El presidente Luis Abinader cumple con su promesa electoral de elevar, de manera progresiva, el presupuesto público de salud, hasta llevarlo al 3.5% del PIB durante sus cuatro años de gobierno. Esta decisión es congruente con el compromiso de reducir el desorbitante gasto de bolsillo familiar.
Las tradicionales deficiencias y carencias de los centros públicos de salud, han obligado a la población, incluso de escasos recursos, a recurrir con mayor frecuencia a la medicina privada, en la búsqueda de una atención médica más oportuna y aceptable. Para reducir el gasto de bolsillo es imprescindible elevar la calidad y la satisfacción del servicio público.
La Fundación Seguridad Social Para Todos (FSSPT) insiste enque, así comola simple reconstrucción de los hospitales, no garantiza una atención de calidad y una reducción del gasto de bolsillo, tampoco un aumento del presupuesto, por sí sólo, asegura un mejor desempeño del personal de salud y una mejor atención a los pacientes.
El caso de educación constituye un ejemplo que reafirma este planteamiento. Ocho años después de asignaciones millonarias sin precedentes, todavía el nivel educativo de nuestros egresados deja mucho que desear, a pesar de la construcción de miles de aulas, de elevar los salarios del magisterio y de establecer el desayuno escolar.
Al insistir en un mayor presupuesto para salud, en privado dos presidentes de la república me señalaron que “la salud pública es un barril sin fondo, donde se aumenta la asignación y luego no se ven los resultados”. Entonces les señalé que, sin una reforma estructural, el aumento eleva el personal y los sueldos, sin tomar en cuenta su dedicación y desempeño.
El cambio estructural: asignar los recursos de acuerdo a los resultados
La Fundación Seguridad Social Para Todos (FSSPT) reitera que, para elevar la calidad y reducir el gasto de bolsillo, el presidente Abinader tendrá que hacer lo que nunca se ha hecho: definir metas anuales claras y viables en términos de calidad y satisfacción y asignar los nuevos recursos en función del avance en esa dirección.
De lo contrario, el sistema público de salud consumirá los nuevos recursos, sin garantizarle al Presidente, ni mucho menos a la población, los objetivos y metas prometidos. Para continuar haciendo más de lo mismo, no se necesita un mayor presupuesto.
La diferencia esencial del cambio implica otorgar buenos incentivos al logro de los resultados obtenidos. ¿Por qué en la práctica privada un médico especialista ofrece una mayor calidad de la atención? Porque, en gran medida, sus ingresos dependen de la satisfacción del paciente.
¿Por qué en la práctica pública los resultados de ese mismo médico son tan diferentes? Porque sus ingresos están previamente definidos, independientemente de su dedicación y desempeño. Esta realidad explica la resistencia permanente a los cambios indispensables para mejorar la calidad y la satisfacción de la población más pobre y vulnerable.
Sabemos que estas reformas no son fáciles. Por eso, hasta ahora, ningún gobierno las ha intentado, a pesar de todas las recomendaciones. Esta vez, todos esperamos del presidente Abinader señales claras de la voluntad política hacia un cambio estructural de verdad, para evitar el riesgo de terminar viviendo la misma experiencia de los pasados gobernantes.
Ahora tiene la ventaja de que la población está cansada de continuar con un gasto de bolsillo incontenible, que duplica la asignación gubernamental, y que reclama y espera un cambio real que se traduzca, por primera vez en la historia del país, en una mayor calidad de la atención y de la satisfacción de los pacientes. ADS/360/29/10/2020